Pelayo estaba
con sus compañeros en el monte Aseuva, y el ejército de Alqama llegó
hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva (…).
Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas.
Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas,
se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se
mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos
y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban
y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la
palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para
luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividió en dos su
hueste, y allí mismo fue, al punto, muerto Alqama y apresado el obispo
Oppas. En el mismo lugar murieron 124.000 caldeos, y los 63.000
restantes subieron a la cumbre del monte Aseuva y, por un lugar llamado
Amuesta, descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon de la
venganza del Señor.
La
batalla de Covadonga vista por los musulmanes
Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos de al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder (…). Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de sus país (…) y no había quedado sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?».
Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos de al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder (…). Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de sus país (…) y no había quedado sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?».
La historia cambia en función de quien la
escribe, aquí tienes textos de un mismo hecho, la batalla de Covadonga en dos
versiones diferentes. Vamos a leerlas con detalle y posteriormente vamos a
analizar los dos textos y a compararlos.
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