LA REVOLUCIÓN ALIMENTARIA
La época clave en relación
con importantes metamorfosis en el campo de la alimentación se sitúa entre los
siglos XIV y XVII. A lo largo de este período tienen lugar los viajes de Marco
Polo al Lejano Oriente, así como la serie de expediciones geográficas y
empresas coloniales iniciadas por los navegantes portugueses y que prosiguieron
con los viajes a América que iniciara Cristóbal Colón en 1492. Los relatos del
comerciante y viajero veneciano abrieron los ojos de los europeos no sólo a los
recursos orientales, sino también a las costumbres asiáticas, particularmente
las maneras como se alimentaban en aquellos lejanos países. Precisamente, la
búsqueda de las fuentes de las que provenían las especias fue
el motor de las grandes expediciones de exploración y de conquista que fueron
el preludio de las grandes empresas coloniales europeas.
El desarrollo del comercio colonial
que siguió a las expediciones europeas hacia América, África y Asia reforzó la
corriente de alimentos y de condimentos exóticos hacia el Viejo Mundo. Así,
llegaron, entre otros productos, el maíz, la patata, el boniato, la habichuela,
el tomate, el pimiento, el girasol, el pavo ..., de tal modo que la
alimentación cambió profundamente y continuó transformándose a medida que
aumentaron los espacios conquistados y se aseguraron y mejoraron las
comunicaciones entre las colonias y las metrópolis.
Después del siglo XVI, las cocinas africanas
y europeas fueron transformadas como consecuencia de la introducción de
numerosas plantas importadas de América. La introducción de la patata en la
alimentación de los irlandeses, la llegada del tomate a los Estados Unidos,
"patria del Ketchup", o del maíz y la mandioca a África son fenómenos
relativamente recientes. Resulta difícil, por ejemplo, imaginar la cocina
italiana sin las pastas (procedentes de China, pasando por Alemania, hacia el
siglo XV) y sin la salsa de tomate, procedente éste de América.
La llegada de los conquistadores a América produjo una
transmigración de especies alimenticias, realizándose, primeramente, un
intercambio regional entre los diversos cultivos que los españoles habían
incorporado a su dieta lo que implicaba un traslado de plantas de unas zonas a
otras que enriqueció una oferta alimenticia que se vio aumentada con la
incorporación de especies trasplantadas de Europa.
DE
AMÉRICA A EUROPA
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DE EUROPA A AMÉRICA
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Maíz
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Algodón
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Frijoles
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Cebada
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Patata
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Trigo
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Cacao-chocolate
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Arroz
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Cacahuete
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Caña de azúcar
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Tomate
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Vid-uvas
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Calabaza
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Plátanos
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Piña
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Café
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Aguacate
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Naranjas y limones
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Maguey-pita
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Aceite de oliva
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Tabaco
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Mango
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Yuca-mandioca
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Caballo
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Batata
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Vaca
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Pavo
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Cerdo
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Oro
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Cabra
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Plata
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Oveja
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Maderas finas
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Utilización del hierro
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América ofreció al mundo europeo una variedad de
productos hasta entonces desconocidos pero, a su vez, recibió especies
inexistentes en el nuevo mundo. Las especies vegetales domesticadas que
América ofreció a Europa constituyen el 17% de todas las cultivadas en el mundo.
En Europa muchas de ellas pasarían a incorporarse a la dieta cotidiana de sus
habitantes. La patata fue aceptada más lentamente que otros productos
tropicales pero, aún así, llegaba a los países del norte de Europa a fines del
siglo XVI. Pronto se convirtió en el componente principal de la dieta de
los pobres, y en el siglo XVII las hambrunas pudieron ser superadas gracias a
ella.
El maíz, demostrada su capacidad para alimentar
poblaciones densas, fue aceptado rápidamente por los europeos. La batata,
boniato o camote, de rápido crecimiento y producción elevada, se introdujo
en España al principio como golosina, se vendía en trozos y confitada y se le
atribuyeron propiedades afrodisíacas. Otras plantas de rápida difusión
fueron los frijoles, el cacahuete, los tomates,
los pimientos, elchile o ají, las chirimoyas, aguacates, piñas, mamey, papaya y
otros frutos tropicales.
Entre las plantas medicinales se adoptaron la quina,
la zarzaparrilla y otras. La aceptación del cacao con
el que mayas y mexicas fabricaban el preciado chocolatl, fue muy rápida; y
junto con él fue transmitida la utilización de la vainilla.
El tabaco no cosechó una rápida acogida, en el siglo
XVI se afirmaba que tenía virtudes curativas contra diversas enfermedades; pero
finalmente se convirtió en importante consumo social y cuyo origen se debe
buscar entre los indígenas americanos. Desde principios del siglo XVII, el uso
de tabaco se había extendido, a través de los marineros, a todos los pueblos
portuarios europeos, donde los hombres más jóvenes adoptaron la moda. Los
soldados de la Guerra de los Treinta Años, que utilizaban la hoja para paliar
el frío, el hambre y el cansancio, contribuyeron a extender su uso. Las formas
típicas de consumir tabaco en el siglo XVII, como fumar en pipa de cerámica y
masticarlo, eran propias de campamentos del ejército y de tabernas, no del buen
comportamiento en sociedad. No obstante, la moda del rapé perfumado del siglo
XVIII, especialmente cuando se llevaba en una elegante cajita, creó una forma
de consumo de tabaco aceptable entre las damas y los caballeros de la más alta
alcurnia.
La creciente popularidad de la
planta atrajo, de forma inevitable, la atención de los ministros de Finanzas,
que pronto descubrieron que la demanda de este "vicio" soportaría
gravámenes de varios cientos por cien. A finales del siglo XVII, con el fin de
asegurarse las recaudaciones deseadas, la mayoría de los países europeos habían
convertido el tabaco en monopolio de la Corona, prohibiendo o restringiendo
severamente el cultivo doméstico.
La tradición de la huerta peninsular culminó con el traslado
a tierras americanas de muchas legumbres procedentes del viejo mundo.
Desde el siglo XVI, las casas de personajes principales y de misioneros en
América poseían ya su propio huerto de cultivos europeos, donde prosperaban el
trigo, los guisantes, las judías, hortalizas, naranjos, limoneros, olivos e
incluso vides. También se difundieron especies como el ajo y plantas
forrajeras para alimentar la ganadería que los españoles introdujeron en un
continente donde no existían demasiados animales de labor. Así, hasta la
llegada de los españoles, el caballo era desconocido para los indígenas.
La caña de azúcar, llevada
por los españoles, tendría un rápido rendimiento en las islas del Caribe y en
Centroamérica. Durante la antigüedad, el azúcar constituyó una rareza exótica.
Hasta finales de la Edad Media, su uso fue extremadamente restringido y se
despachaba "sólo en las farmacias", a un precio que se correspondía
con las virtudes curativas, casi milagrosas, que la imaginación le atribuía. Su
propio uso como medicamento desacreditaba al azúcar como alimento y, a su vez,
era clasificado en la categoría de las drogas sospechosas. En el siglo XVII, el
azúcar todavía constituía un género de lujo, utilizado para regalos refinados
(como hoy los bombones).
A partir del siglo XIX, sin embargo, los usos se generalizan y pasa a
intervenir en numerosas preparaciones salubres, consideradas muy apropiadas
para las necesidades de los enfermos, de los niños y de los ancianos. A la vez,
su adición a las comidas lograba que numerosos platos fueran más nutritivos y
sabrosos. Poco a poco, el azúcar fue adquiriendo en la cocina occidental el
papel de condimento universal. Contribuyó, asimismo, a vulgarizar el uso del
café, del té, del chocolate y de toda una serie de bebidas calientes o
refrescantes de las que corregía su amargura y acidez manteniendo su perfume.
También proporcionaba la posibilidad de endulzar los frutos muy agrios, de
mejorar los vinos flojos y de preparar licores. Sus propiedades antisépticas se
utilizaron para preparar conservas, confituras y frutas confitadas. En un
palabra, el azúcar se convirtió, ya a fines del siglo XIX, en un ingrediente
que se prestaba a las combinaciones más diversas y en las que el gusto,
sinónimo de dulzor, se asocia con el placer.
El café es otro de los
importantes productos que se implantaron con gran éxito en las tierras
americanas, siendo su origen africano y el Asia Menor. El Yemen tenía el
monopolio del comercio del café antes de su traspaso a América.
El pavo comienza a popularizarse en Europa desde el
primer cuarto del siglo XIX. Cuando los campesinos franceses querían agasajarse
en las largas noches de invierno se asaba un pavo. En la mayor parte de Europa,
el "gallo de indias", fue hasta hace unas décadas el exquisito plato
con el que las clases medias celebraban el ágape de Navidad. En la actualidad
se ha desacralizado y se ha convertido en una carne relativamente barata y que
va sustituyendo, por su mejor precio, a la ternera. Esto ha sido debido a las
manipulaciones genéticas realizadas con el animal, creando aves monstruosas que
producen gran cantidad de carne, consiguiendo así una producción en masa.
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