miércoles, 8 de abril de 2015

TEMA 5 PRIMERA GUERRA MUNDIAL DE LA "A" A LA "Z"


A de Alimentación
Tiempos de guerra, tiempos de hambre. Y más cuando hablamos de cuatro largos años. Todos los países envueltos en la contienda se resintieron, pero en el caso de Austria, Rusia y Alemania se rozó la desesperación. Conocido es el llamado 'invierno de los nabos alemán'(1916-1917). «El bloqueo naval de los británicos fue duro desde el principio, pero cada vez se agravó más y más la situación. Hay unas fotos de niños espeluznantes, similares a las de los campos de exterminio», cuenta Ricardo Artola. A esto se sumaba la pérdida de la cosecha de patata, alimento clave de la dieta. El nabo, con muchas menos calorías, ocupó su lugar. La situación se volvió trágica y las muertes de civiles se multiplicaron por la mala alimentación, por sustitutivos tóxicos y por el cruel frío —tampoco había carbón—. Inevitables las revueltas y las huelgas. La respuesta de Ludendorff: censura y represión. «En las guerras, siempre se da prioridad al suministro de los soldados, al frente. Pero la situación allí no era mucho mejor. De ahí que se confraternizara en busca de comida», argumenta Artola. Se intercambiaba tabaco, incluso esculturas que se realizaban con las anillas de las granadas. En el caso de franceses y británicos, no había abundancia y los alimentos no siempre estaban en las mejores condiciones, pero no vivieron esa situación límite.
B de Biblias / Balas
No está muy claro si por fe religiosa, pero los ejemplares de bolsillo de la Biblia se agotaron en Gran Bretaña durante la guerra. Fueron las madres las que, esperando un milagro, enviaban estos ejemplares a sus hijos, que estaban en el frente. Jesús Hernández explica que «la creencia era que muchos soldados habían esquivado la muerte llevando en el bolsillo (protegiendo el corazón) la Biblia. No obstante, sólo hay dos casos documentados en los que una Biblia detuvo una bala», matiza. Y fueron muchas. Durante la contienda llegaron a fabricarse cerca de 100.000 millones de balas. La producción industrial tuvo una gran importancia en la Gran Guerra y con ella, las mujeres. Las que trabajaban en estas fábricas eran llamadas 'las canarias'. «Habían adquirido un color amarillento debido al TNT, el trinitrotolueno, un explosivo de color rojizo, que se utilizaba para rellenar los proyectiles. El contacto directo y prolongado con el mismo generaba manchas cutáneas de este color, así como problemas respiratorios e infertilidad», detalla José Miguel Alberte.
C de Comunicaciones
Empecemos por el frente. Los teléfonos estuvieron presentes en diferentes unidades, pero presentaban un problema, los cables. Las trincheras eran el único lugar para conectarlos y con frecuencia se veían afectados por los ataques. Por ello, tiraban de métodos más rústicos: «signos, espejos, banderas de distintos colores, lámparas de parafina o cohetes entre las distintas líneas de trinchera», explica José Miguel Alberte. Luego estaban los animales: palomas y perros que llevaban mensajes de una zona a otra. «Y, por último, los corredores. Los soldados que portaban de un lado a otro la información. Era uno de los puestos más peligrosos del frente. Hitler fue uno de ellos», precisa. No se puede pasar por alto el papel de la radio, se utilizaban dispositivos móviles capaces de transmitir y recibir código Morse, pero la mayoría eran muy grandes, frágiles y su alcance era limitado. Fueron mucho más utilizadas en el mar. La comunicación con la sociedad civil fue por carta. Teniendo en cuenta, «como en todas las guerras, la censura», además de por un tema de seguridad, por un tema moral, «había que tener alta la moral de los soldados», cuenta Alberte.

D de Deserciones
«Hubo deserciones en todos los ejércitos, pero más bien minoritarias; en el caso ruso fueron batallones enteros los que huyeron de la contienda. A los que pillaban solían fusilarlos», destaca Carlo Caranci. Los rusos llegaron a la Gran Guerra con una preparación y una moral mucho más baja que el resto, «los oficiales eran aristócratas en un sentido mucho más acentuado, trataban a los soldados como carnaza», describe el historiador. «Por ello, los primeros reveses de la guerra llevaron a muchos combatientes a matar a sus oficiales y, en algunos casos, a las deserciones masivas». Pero no fueron los únicos, en el caso alemán se acentuaron durante los últimos meses de la contienda, en el 18. Si hablamos de Francia, hay que destacar el motín de la primavera del 17.  Numerosos regimientos se negaron a obedecer órdenes. La elevada cifra de muertes en acciones inútiles y sin sentido, sumado a las miserables condiciones en las que se encontraban en las trinchera les llevó a tomar esta decisión. Hubo arrestos, sanciones y fusilamientos. Pero se consiguió mejorar algo las condiciones: permisos más largos y ataques más controlados.
E de Enfermedades
Fueron más de nueve millones de muertos, pero no sólo a causa de la metralla. Los fallecimientos a causa de «gripes, pulmonías, tuberculosis se contaron por millares», señala Ricardo Artola. Hay que tener muy presente las condiciones en las que se encontraban, infectados de piojos, ratas y siempre empapados. «Incluso surgieron enfermedades propias de la contienda, el pie de trinchera y la gripe de trinchera», precisa. Hay que tener en cuenta que aún no contaban con la ayuda de los antibióticos —hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial—. Aunque en una proporción menor, las enfermedades venéreas también tuvieron su protagonismo. Como ejemplo, varias prostitutas francesas fueron condecoradas por contagiar la sífilis y otras enfermedades similares a batallones alemanes. Paralelamente, en esta época, la gripe 'española' causó 40 millones de muertos. Se llamó así porque fue la prensa española, al ser neutral, la que mostró la tragedia en medio de la contienda mundial.
F de Fútbol
Como es lógico, el fútbol también se paró debido a la Primera Guerra Mundial. En Gran Bretaña en 1914/1915 hubo temporada —no sin críticas—, pero en 1916 se suspendió y muchos de esos futbolistas fueron llamados al frente. Hubo incluso un batallón formado únicamente por jugadores, el 'Football Batallion'. Muchos de ellos murieron; a otros como Donald Simpson, Tim Coleman o Jimmy Speirs, los condecoraron. Caso muy diferente es el de Fred Pentland, un viejo conocido —dirigió, entre otros, al Athletic de Madrid, al Oviedo, y al Athletic de Bilbao con el que ganó dos Ligas y cuatro Copas—. Pentland había sido fichado por la federación germana y se encontraba en Berlín cuando Londres entró en la guerra. Como la mayoría de británicos, fue arrestado y recluido en un campo de concentración en Spandau —el káiser había propuesto un intercambio entre alemanes y británicos. Nunca recibió respuesta—. A los internos se les prohibió jugar al fútbol y cantar, pero con el tiempo se consiguió crear la Ruhleben Football Association y amenizar la estancia. Pentland abandonó Alemania en enero de 1919 con problemas de oído y de visión.
G de Gas
La Primera Guerra Mundial fue también la primera guerra química. Los gases venenosos pillaron desprevenidos a soldados y generales, por lo que tocó improvisar. Antes de idearse caretas y máscaras, uno de los trucos ante un ataque de este tipo era orinar sobre un trozo de tela y ponerla sobre boca y nariz para no respirar el gas. Se utilizaron hasta doce clases —lacrimógenos, incapacitantes y letales—. Los alemanes fueron los primeros en estudiar y desarrollar estas armas químicas para utilizarlas a gran escala, más allá de los gases lacrimógenenos. Fue el químico alemán Fritz Haber el que apostó por el uso de cloro y fosgeno —afectaba a la respiración y el enemigo acababa ahogándose— . En 1915, en la batalla de Ypres, los alemanes utilizan por primera vez estos gases. No obstante, las medidas tomadas por ambos bandos funcionaron y el número de muertes por su causa fue muy bajo.
H de Hitler
Fue precisamente cerca de Ypres, en octubre de 1918, cuando Hitler quedó parcialmente ciego en un ataque con gas mostaza. Semanas después, en el hospital militar donde se encontraba, recibió la noticia del armisticio del 11 de noviembre de 1918. El libro 'La primera guerra de Hitler', de Thomas Weber, intenta desmontar su mito en la Primera Guerra Mundial, pero José Miguel Alberte dice que «lo que no se puede negar es que Hitler estuvo allí y que fue corredor». El historiador recuerda una foto en la que aparece con los ojos vendados debido al ataque de gas. «A lo que hay que sumarle que tiene las dos Cruces de Hierro», continúa. A raíz de aquí viene lo «de 'La puñalada por la espalda' y el Nazismo».
I de Imperios / Inflación
«Son países tan soberbios, tan imperialistas, que no ceden y se abocan sin remedio al precipicio de la guerra», habla el historiador Carlo Caranci. Pero tales ambiciones no llegaron a materializarse sino que acabaron con cuatro de los Imperios. La Gran Guerra no sólo fue un río de sangre, sino que cambió por completo la geografía de Europa. Se dijo adiós al imperio Alemán, al Otomano, al Austro-Húngaro y a la Rusia de los zares. Otra huella que dejó la contienda fue el tema de la economía de guerra. Las deudas fueron un elemento común en ambos bandos. A lo que se sumó una gran inflación. Los bienes de consumo eran cada vez menos porque todo estaba orientado a producir armamento, algo que afectó mucho a las clases bajas de la sociedad, dando lugar a revueltas.
J de Josep Caillaux, su mujer y el director de 'Le Figaro'

Con la declaración de guerra encima de la mesa, la crónica negra —con tintes rosas—, acaparaba titulares y corrillos en Francia. Corría julio de 1914 y la prensa gala ignoraba la crisis europea. Tenía su mirada puesta en el juicio por el 'escándalo Caillaux'. Los protagonistas: El ministro de Finanzas, su mujer y Gaston Calmette, el director de 'Le Figaro'. La fijación del periodista con Joseph Caillaux le llevó a indagar en su vida privada y a descubrir que había sido infiel a su primera esposa con Henriette, la segunda. El miedo a los juicios morales de la época, llevaron a la dama a tomar una decisión tajante. La mañana del 16 de marzo se colocó su vestido de satén negro, un manguito de piel y ordenó al chófer dirigirse a la redacción de 'Le Figaro'. Una vez allí, pidió hablar con Calmette. Tras preguntarle si conocía el motivo de su visita, Henriette le disparó seis veces. Su marido dejó el puesto para defenderla, lo que facilitó la llegada a primera línea política de los partidarios de una guerra con Alemania. El 28 de julio Henriette fue absuelta.
K de Káiser Guillermo (y su intento de secuestro)
Ante situaciones desesperadas, medidas despesperadas. El diseñador de aviones William Christmas convenció al gobierno de EEUU para financiar un avión destinado al rapto del káiser Guillermo. Le proporcionó 100.000 dólares y gracias a este aeroplano, denominado Bullet, Christmas pretendía penetrar en Alemania, capturar al monarca germano y escapar. Pero la guerra terminó y el avión no estaba listo. Fue en diciembre de 1918 cuando el 'Bullet' realizó su primer vuelo. «El experimento no pudo ser más decepcionante; cuando el aparato intentó levantar el vuelo, las alas se desprendieron del fuselaje y lo que quedaba del avión se estrelló, resultando muerto el piloto», cuenta Jesús Hernández en su libro '¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar'.
L de Leyenda del Ángel de Mons
Hubo muchas leyendas, algunas de lo más descabelladas. Pero sorprende la de 'El ángel de Mons'. Nos situamos en la batalla de esta ciudad belga. Los alemanes intentan atravesar las líneas aliadas defendidas por británicos. Les costó, pero hubo un momento en el que comenzaron a ganar la partida y los generales británicos ordenaron la retirada. Resulta insólito, pero el número de bajas no superó las 1.600. Días después, la prensa británica aseguraba que sus soldados no habían luchado solos, y aseguraban que un ángel vestido de blanco y en un caballo del mismo color había evitado el avance de los alemanes y una gran masacre. Nunca hubo ángel, pero sí muchas visiones —por el cansacio general— y una gran imaginación por parte de algunos periodistas.
M de Mujeres
Llevaron la casa, educaron a sus hijos y cuidaron de sus mayores. Pero también tomaron las riendas de la sociedad. No había otra opción. Trabajaron en el sector servicios, en las industrias y cómo no, en los hospitales ayudando a los heridos. Fueron desde conductoras de transporte público, hasta enfermeras, pasando por empleadas de fábricas de armamento y sufridoras del campo. Con el final de la guerra, se intentó que volvieran al hogar, en muchos sitios lo consiguieron, pero ya no había marcha atrás. También hubo mujeres que se enfundaron el uniforme. Como, por ejemplo, la británica Flora Sandes (tropas), la estadounidense Loretta Perfectus (marina) y la rusa Mikhailovna Shakhovskaya (aviación).

N de Navidad de 1914
Todos pensaron vivirla en sus casas, junto a los suyos. Pero nada más lejos de la realidad, todavía quedarían tres más. El espíritu con el que ambos bandos llegaron a esta guerra reducía la contienda a unas semanas, o a lo sumo, a pocos meses. Cuando llegó la Navidad del 14, todos, resignados, habían abandonado esa idea. En ese ambiente, en el frente occidental tuvo lugar una tregua. Tras una serie de de señas, salieron a la superficie y 'celebraron' esa nostálgica jornada. «Compartieron tabaco, alimentos e incluso se mostraron las fotos de los suyos», relata Ricardo Artola. Como colofón llegaron a jugar un partido de fútbol. Pero esta confraternización no gustó a los altos mandos, que prohibieron actos de este tipo. Aunque en menor escala, se repitieron en numerosas ocasiones por lo que incluso hubo fusilamientos. Con respecto a las treguas, Artola señala «la tregua del desayuno. Existió durante toda la guerra y en muchas zonas del frente estaba instituido dejar ese momento de tranquilidad. Las ofensivas eran al amanecer o al anochecer».
O de Once
Casualidad o no, la paz se firmó a las 11.00 horas; del día 11; del mes 11. Hubo disparos hasta el final y Harry S.Truman fue uno de los últimos en dejar de disparar. «El entonces futuro presidente tenía órdenes de seguir disparando la batería hasta las 10.45», explica Jesús Hernández, quien también relata otra casualidad. Dos minutos antes de finalizar la guerra, el soldado canadiense George Price murió de un disparo efectuado por un francotirador alemán. «El destino quiso que fuese enterrado en el cementerio de Saint-Symphorien, donde están los restos también del primer soldado británico muerto en guerra, John Parr —el 21 de agosto de 1914—».
P de Plástica, cirugía
La metralla deja huella. Demasiada. Y si retrocedemos a la Primera Guerra Mundial, las imágenes ponen los pelos de punta. Los rostros desfigurados, víctimas de la metralla y aderezados de infecciones, hicieron evolucionar a la medicina en este ámbito. Destaca Harold Gillies. Impactado por las secuelas físicas que seguían muchas veces al campo de batalla, este doctor vinculado al cuerpo médico británico puso en marcha una unidad de cirugía plástica y un hospital especializado en Sidcup —al este de Londres—. No fue fácil había que hacer numerosos injertos: faltaba carne, hueso... También fue en esta época cuando surgieron los bancos de sangre y se inició la práctica de las transfusiones en el Ejército británico. No obstante, fue el estadounidense Oswald Robertson el primero que abrió un banco de sangre en el frente occidental. Corría 1917. Otro de los avances fue el entablillado, tras él, el británico Hugh Owen Thomas. En 1914, el 80% de los soldados con fracturas en el fémur murió; dos años después esa cifra se transformó en un 20%.
Q de eQuinos
Las cifras hablan solas. Los británicos enviaron un millón de caballos al frente y sólo 62.000 regresaron a sus establos. Eran mucho más visibles y estaban más indefensos que los soldados. Aunque no hay una cifra cerrada, se estima que unos ocho millones de caballos, entre ellos, unas 7.000 mulas prodecentes de España, murieran en la Gran Guerra. La mayoría fueron reclutados de sus granjas, pero su papel no se limitó al campo de batalla. Debido a la irregularidad del terreno, arrastraron alimentos, armamento e incluso camillas con heridos. Debido al alto número de caballos heridos y al sufrimiento que vivieron «había hombres especializados en matar caballos heridos», desvela Carlo Caranci.
R de Roland Garros
El 19 de abril de 1915, el celebre aviador francés Roland Garros —que años después daría nombre al conocido torneo de tenis— realizó un aterrizaje forzoso con su aeroplano tras las líneas alemanas. La noticia de que el hábil Garros había conseguido derribar cinco aviones en 15 días había llegado a los germanos, que ahora se veían con la oportunidad de descubrir si su habilidad era debido a alguna innovación técnica que desconocían (hay que puntualizar que nos encontramos en los primeros meses de la guerra y que entonces la aviación era casi simplemente observadora de las líneas enemigas). «Al examinar el avión, advirtieron que el propio piloto podía disparar una ametralladora a través de la hélice, situada en el morro» explica Jesús Hernández en su libro '¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar'. Asombrados, los alemanes pensaron en un primer momento en «algún sofisticado sistema que permitiese el paso de las balas a través de la hélice en movimiento, pero se había limitado a proteger con unas gruesas planchas de hierro las palas de la hélice». Roland Garros consiguió huir, pero falleció en un combate aéreo cerca de Vouziers el 5 de octubre de 1918.
S de Soldado desconocido
Una vez finalizada la Gran Guerra, casi todos los países combatientes «escogen a un soldado anónimo de nombre desconocido para alzar un momumento como homenaje», apunta Carlo Caranci. Se trata de un acto simbólico donde se da sepultura a los caídos que nunca pudieron ser identificados y enterrados. En Reino Unido se encuentra en la Abadía de Westminster; en Francia, bajo el Arco del Triunfo; en Alemania, la tumba del Soldado Desconocido es una antigua casa llamada Neue Wache en la calle Unter den Linden Berlín.
T de Trincheras
Trinchera y Primera Guerra Mundial van de la mano. No estaba planeado, pero después de una serie de operaciones inconclusas unos y otros se atrincheran en el frente occidental. Y lo hacen, básicamente, empezando a cavar agujeros en la tierra. Luego los unen durante kilómetros y kilómetros. Todos los historiadores califican vivir en estos lugares peor castigo que un bombardeo. Se trata de uno de los lugares más insalubres en los que ha estado el ser humano. Siempre empapados, tenían como compañeros de cuarto: piojos, pulgas y ratas, que se alimentaban también de los cuerpos de los 'camaradas' heridos. Hay que diferenciar entre las trincheras de primera línea, las de reserva y las de descanso. También entre las de un bando y otro. Las de los alemanes estaban más cuidadas y ordenadas que las del resto. En la trinchera también hubo sitio para las enfermedades propias —el pie de trinchera y la fiebre de trinchera— y para supersticiones. Se decía que que traía mala suerte ser el tercero en enceder un cigarrillo. La explicación es sencilla: el primer fósforo daba la situación al francotirador; con el segundo apuntaba; y al tercero le disparaba. 'Coffin Nails' (clavos de ataúd) los llamaban.

U de Uniformes
Los uniformes de ambos bandos evolucionaron y en muchos casos cambiaron. «Con la estabilización de los frentes en la guerra de trincheras, el romanticismo textil desaparece rápidamente, imponiéndose una realidad mucho más funcional», cuenta José Miguel Alberte. El primero en introducir cambios radicales es el llamativo ejército francés (pantalones rojos), con la retirada total de los uniformes prebélicospor uno considerablemente más discreto; el ' bleu horizon'. Se elige al considerarse que el soldado pasaba más inadvertido. «Paradoja en una guerra eminentemente marrón», matiza. La adopción del casco de acero por la mayoría de los ejércitos en 1916, a modo de protección, la progresiva simplificación de los uniformes, no sólo para hacerlos más prácticos, sino para favorecer la producción masiva de los mismos y la introducción de los primeras prendas con camuflaje, «terminan por desvanecer la pompa y el esplendor de los ejércitos del verano de 1914».
V de Versalles, Tratado
El Tratado de Versalles responsabilizó de la guerra a Alemania y sus aliados. Pero las negociaciones no fueron fáciles. Alemania se negaba a aceptarlo y mucho menos a asumir el tema de las reparaciones de guerra. Durante estas conversaciones, el mariscal francés Foch puso sobre la mesa una serie de duras condiciones que escandalizaron a los alemanes. «No son propias de naciones civilizadas», dijeron. En ese momento, Foch sacó un documento donde aparecían las exigencias de los alemanes para la rendición francesa de Lille. Eran prácticamente iguales. El Tratado de Versalles se cerró, pero ya advirtió John Maynard Keynes que las indemnizaciones excesivas contraían riesgos (Alemania estuvo pagando hasta 2010). Dos décadas después, comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
W de West Yorks, 10º batallón
1 de julio de 1916. Batalla de Somme. No había pasado un minuto cuando las ametralladoras alemanas masacraban a un batallón entero, el 10º West Yorks. Sólo en la primera hora de enfrentamiento caían 30.000 hombres entre muertos y heridos. Fue la jornada más dura y sangrienta en las filas británicas. Al final del día se contaron 57.470 bajas entre los británicos. «El correo funcionaba tan bien en este bando que muchos familiares habían recibido ese mismo día una carta de los suyos anunciándoles que estarían en esta batalla», cuenta José Miguel Alberte. Cuando la leían muchos de ellos ya habían fallecido.
X de taXi
Un mes después del inicio de la Gran Guerra la situación se complicaba para los aliados. Las tropas alemanas ya habían avanzado por Bélgica y el norte de Francia y aguardaban a orillas del río Marne. Esperaban el momento para atacar París. Hubiera sido el fin, pero el general francés Gallieni localizó un hueco en las filas alemanas de unos cincuenta kilómetros y se adelantó. Lanzó un ataque rápido y desesperado. Como no tenía como trasladar todas las tropas, soltó un «pues que vayan en taxi». Dicho y hecho. Los gendarmes detenían a los taxis en plena calle y los enviaban a la explanda de Los Inválidos. «No fue una gran aportación en términos numéricos, pero fue un potente estímulo moral para los franceses, que evitaron la entrada de los alemanes en París», apunta Jesús Hernández.
Y de «Your country needs you»

«Tu país te necesita». Este era el eslogan que los británicos vieron en carteles pegados por todo el país. Corría septiembre de 1914. La euforia y la idea de de que la guerra sería corta todavía predominaba en la sociedad, pero las dudas rondaban las cabezas de los altos mandos. El secretario de Estado de Guerra, Lord Kitchener, no tardó en darse cuenta de la situación y de los pocos efectivos con los que contaba. Cierto es que el británico era un Ejército profesional, por lo que no existía un servicio militar y nunca había recurrido a un reclutamiento forzoso. Por lo que el número de efectivos era infinitamente inferior al de los alemanes, muy preparados para el combate. Finalmente recurrió a los voluntarios. La respuesta fue abrumadora. Muchos amigos, colectivos y generaciones de pueblos se alistaron juntos y murieron juntos. No fue suficiente esta medida y en 1916 hubo que recurrir al reclutamiento forzoso de todos los hombres de entre 18 y 41 años —primero sólo los solteros, meses después también los casados—. Como excepción: profesores, profesionales de la metalurgia, religiosos e incapacitados.
Z de Zimmermann, telegrama
Lo que no consiguió el hundimiento del barco de lujo inglés 'RMS Lusitania' por un submarino alemán, donde murieron 123 estadounidenses, lo consiguió este telegrama: la entrada de EEUU en la guerra. Fue el 16 de enero de 1917 cuando el ministro de Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, envió al embajador de México un telegrama haciéndole una pequeña oferta: prometía devolverle los territorios anexionados por EEUU si entraba en la contienda del lado de las potencias centrales. Nada salió conforme al plan. Los servicios de inteligencia del Imperio británico interceptaron el mensaje; México no aceptó; EEUU, sí. Pero junto a los aliados.


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