A de Alimentación
Tiempos de guerra, tiempos de hambre. Y más cuando hablamos de cuatro
largos años. Todos los países envueltos en la contienda se resintieron, pero en
el caso de Austria, Rusia y Alemania se rozó la desesperación. Conocido es el
llamado 'invierno de los nabos alemán'(1916-1917). «El bloqueo
naval de los británicos fue duro desde el principio, pero cada vez se agravó
más y más la situación. Hay unas fotos de niños espeluznantes, similares a las
de los campos de exterminio», cuenta Ricardo Artola. A esto se sumaba la
pérdida de la cosecha de patata, alimento clave de la dieta. El nabo, con
muchas menos calorías, ocupó su lugar. La situación se volvió trágica y las
muertes de civiles se multiplicaron por la mala alimentación, por sustitutivos
tóxicos y por el cruel frío —tampoco había carbón—. Inevitables las revueltas y
las huelgas. La respuesta de Ludendorff: censura y represión. «En las guerras,
siempre se da prioridad al suministro de los soldados, al frente. Pero la
situación allí no era mucho mejor. De ahí que se confraternizara en busca de comida», argumenta Artola.
Se intercambiaba tabaco, incluso esculturas que se realizaban con las anillas
de las granadas. En el caso de franceses y británicos, no había abundancia y
los alimentos no siempre estaban en las mejores condiciones, pero no vivieron
esa situación límite.
B de Biblias / Balas
No está muy claro si por fe religiosa, pero los ejemplares de bolsillo
de la Biblia se agotaron en Gran Bretaña durante la guerra.
Fueron las madres las que, esperando un milagro, enviaban estos ejemplares a
sus hijos, que estaban en el frente. Jesús Hernández explica que «la creencia
era que muchos soldados habían esquivado la muerte llevando en el bolsillo
(protegiendo el corazón) la Biblia. No obstante, sólo hay dos casos documentados
en los que una Biblia detuvo una bala», matiza. Y fueron muchas. Durante la
contienda llegaron a fabricarse cerca de 100.000 millones de balas.
La producción industrial tuvo una gran importancia en la Gran Guerra y con
ella, las mujeres. Las que trabajaban en estas fábricas eran llamadas 'las
canarias'. «Habían adquirido un color amarillento debido al TNT, el
trinitrotolueno, un explosivo de color rojizo, que se utilizaba para rellenar
los proyectiles. El contacto directo y prolongado con el mismo generaba manchas
cutáneas de este color, así como problemas respiratorios e infertilidad»,
detalla José Miguel Alberte.
C de Comunicaciones
Empecemos por el frente. Los teléfonos estuvieron
presentes en diferentes unidades, pero presentaban un problema, los cables. Las
trincheras eran el único lugar para conectarlos y con frecuencia se veían
afectados por los ataques. Por ello, tiraban de métodos más rústicos: «signos, espejos, banderas de distintos colores, lámparas de
parafina o cohetes entre las distintas líneas de trinchera»,
explica José Miguel Alberte. Luego estaban los animales: palomas y perros que
llevaban mensajes de una zona a otra. «Y, por último, los corredores. Los soldados que portaban de un lado a
otro la información. Era uno de los puestos más peligrosos del frente. Hitler
fue uno de ellos», precisa. No se puede pasar por alto el papel de la radio, se utilizaban dispositivos móviles capaces de
transmitir y recibir código Morse, pero la mayoría eran muy grandes, frágiles y
su alcance era limitado. Fueron mucho más utilizadas en el mar. La
comunicación con la sociedad civil fue por carta. Teniendo en cuenta, «como en
todas las guerras, la censura», además
de por un tema de seguridad, por un tema moral, «había que tener alta la moral
de los soldados», cuenta Alberte.
D de Deserciones
«Hubo deserciones en todos los ejércitos, pero más bien minoritarias; en el caso ruso fueron batallones enteros los que huyeron de la
contienda. A los que pillaban solían fusilarlos», destaca Carlo
Caranci. Los rusos llegaron a la Gran Guerra con una preparación y una moral
mucho más baja que el resto, «los oficiales eran aristócratas en un sentido
mucho más acentuado, trataban a los soldados como carnaza», describe el
historiador. «Por ello, los primeros reveses de la guerra llevaron a muchos
combatientes a matar a sus oficiales y, en algunos casos, a las deserciones
masivas». Pero no fueron los únicos, en el caso alemán se acentuaron durante
los últimos meses de la contienda, en el 18. Si hablamos de Francia, hay que
destacar el motín de la primavera del 17. Numerosos
regimientos se negaron a obedecer órdenes. La elevada cifra de muertes en
acciones inútiles y sin sentido, sumado a las miserables condiciones en las que
se encontraban en las trinchera les llevó a tomar esta decisión. Hubo arrestos,
sanciones y fusilamientos. Pero se consiguió mejorar algo las condiciones:
permisos más largos y ataques más controlados.
E de Enfermedades
Fueron más de nueve millones de muertos, pero no sólo a causa de la
metralla. Los fallecimientos a causa de «gripes, pulmonías, tuberculosis se
contaron por millares», señala Ricardo Artola. Hay que tener muy presente las
condiciones en las que se encontraban, infectados de piojos, ratas y siempre
empapados. «Incluso surgieron enfermedades propias de la contienda, el pie de trinchera y la gripe de trinchera», precisa.
Hay que tener en cuenta que aún no contaban con la ayuda de los antibióticos
—hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial—. Aunque en una proporción menor,
las enfermedades venéreas también tuvieron su protagonismo. Como ejemplo, varias
prostitutas francesas fueron condecoradas por contagiar la sífilis y otras
enfermedades similares a batallones alemanes. Paralelamente, en esta época, la gripe 'española' causó 40 millones de
muertos. Se llamó así porque fue la prensa española, al ser neutral, la que
mostró la tragedia en medio de la contienda mundial.
F de Fútbol
Como es lógico, el fútbol también se paró debido a la Primera Guerra
Mundial. En Gran Bretaña en 1914/1915 hubo temporada —no sin críticas—, pero en
1916 se suspendió y muchos de esos futbolistas fueron llamados al frente. Hubo
incluso un batallón formado únicamente por jugadores, el 'Football Batallion'. Muchos de ellos murieron; a otros
como Donald Simpson, Tim Coleman o Jimmy Speirs, los condecoraron. Caso muy
diferente es el de Fred Pentland, un
viejo conocido —dirigió, entre otros, al Athletic de Madrid, al Oviedo, y al
Athletic de Bilbao con el que ganó dos Ligas y cuatro Copas—. Pentland había
sido fichado por la federación germana y se encontraba en Berlín cuando Londres
entró en la guerra. Como la mayoría de británicos, fue arrestado y recluido en
un campo de concentración en Spandau —el káiser había propuesto un intercambio
entre alemanes y británicos. Nunca recibió respuesta—. A los internos se les
prohibió jugar al fútbol y cantar, pero con el tiempo se consiguió crear
la Ruhleben Football Association y amenizar la
estancia. Pentland abandonó Alemania en enero de 1919 con problemas de oído y
de visión.
G de Gas
La Primera Guerra Mundial fue también la primera guerra química. Los gases
venenosos pillaron desprevenidos a soldados y generales, por lo que tocó
improvisar. Antes de idearse caretas y máscaras, uno de los trucos ante un
ataque de este tipo era orinar sobre un trozo de tela y ponerla sobre boca y
nariz para no respirar el gas. Se utilizaron hasta doce clases —lacrimógenos, incapacitantes y letales—. Los alemanes
fueron los primeros en estudiar y desarrollar estas armas químicas para
utilizarlas a gran escala, más allá de los gases lacrimógenenos. Fue el químico
alemán Fritz Haber el que apostó por el uso de cloro y
fosgeno —afectaba a la respiración y el enemigo acababa ahogándose— . En 1915,
en la batalla de Ypres, los alemanes utilizan por primera vez estos gases. No
obstante, las medidas tomadas por ambos bandos funcionaron y el número de
muertes por su causa fue muy bajo.
H de Hitler
Fue precisamente cerca de Ypres, en
octubre de 1918, cuando Hitler quedó parcialmente ciego en un ataque con gas
mostaza. Semanas después, en el hospital militar donde se encontraba, recibió
la noticia del armisticio del 11 de noviembre de 1918. El libro 'La primera
guerra de Hitler', de Thomas Weber, intenta desmontar su mito en la Primera
Guerra Mundial, pero José Miguel Alberte dice que «lo que no se puede negar es
que Hitler estuvo allí y que fue corredor». El historiador
recuerda una foto en la que aparece con los ojos vendados debido al ataque de
gas. «A lo que hay que sumarle que tiene las dos Cruces de Hierro»,
continúa. A raíz de aquí viene lo «de 'La puñalada por la espalda' y el
Nazismo».
I de Imperios / Inflación
«Son países tan soberbios, tan imperialistas, que no ceden y se abocan sin
remedio al precipicio de la guerra», habla el historiador Carlo Caranci. Pero
tales ambiciones no llegaron a materializarse sino que acabaron con cuatro de
los Imperios. La Gran Guerra no sólo fue un río de sangre, sino que cambió por
completo la geografía de Europa. Se dijo adiós al imperio Alemán, al Otomano, al Austro-Húngaro y a la Rusia de los
zares. Otra huella que dejó la contienda fue el tema de la economía
de guerra. Las deudas fueron un elemento común en ambos bandos. A lo que se
sumó una gran inflación. Los bienes de consumo eran cada
vez menos porque todo estaba orientado a producir armamento, algo que afectó
mucho a las clases bajas de la sociedad, dando lugar a revueltas.
J de Josep Caillaux, su mujer y el
director de 'Le Figaro'
Con la declaración de guerra encima de la mesa, la crónica negra —con
tintes rosas—, acaparaba titulares y corrillos en Francia. Corría julio de 1914
y la prensa gala ignoraba la crisis europea. Tenía su mirada puesta en el
juicio por el 'escándalo Caillaux'. Los protagonistas: El ministro de Finanzas,
su mujer y Gaston Calmette, el director de 'Le Figaro'. La fijación del
periodista con Joseph Caillaux le llevó a indagar en su vida privada y a descubrir que había sido infiel a su primera esposa con
Henriette, la segunda. El miedo a los juicios morales de la época, llevaron a
la dama a tomar una decisión tajante. La mañana del 16 de marzo se colocó su
vestido de satén negro, un manguito de piel y ordenó al chófer dirigirse a la
redacción de 'Le Figaro'. Una vez allí, pidió hablar con Calmette. Tras
preguntarle si conocía el motivo de su visita, Henriette
le disparó seis veces. Su marido dejó el puesto para defenderla, lo
que facilitó la llegada a primera línea política de los partidarios de una
guerra con Alemania. El 28 de julio Henriette fue absuelta.
K de Káiser Guillermo (y su intento de
secuestro)
Ante situaciones desesperadas, medidas despesperadas. El diseñador de
aviones William Christmas convenció al gobierno de EEUU para financiar un avión
destinado al rapto del káiser Guillermo. Le proporcionó 100.000 dólares y
gracias a este aeroplano, denominado Bullet, Christmas
pretendía penetrar en Alemania, capturar al monarca germano y escapar. Pero la
guerra terminó y el avión no estaba listo. Fue en diciembre de 1918 cuando el
'Bullet' realizó su primer vuelo. «El experimento no pudo ser más
decepcionante; cuando el aparato intentó levantar el vuelo, las alas se desprendieron del fuselaje y lo que quedaba del avión
se estrelló, resultando muerto el piloto», cuenta Jesús Hernández en
su libro '¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar'.
L de Leyenda del Ángel de Mons
Hubo muchas leyendas, algunas de lo más descabelladas. Pero sorprende la
de 'El ángel de Mons'. Nos situamos en la batalla de esta
ciudad belga. Los alemanes intentan atravesar las líneas aliadas defendidas por
británicos. Les costó, pero hubo un momento en el que comenzaron a ganar la
partida y los generales británicos ordenaron la retirada. Resulta insólito,
pero el número de bajas no superó las 1.600. Días después, la prensa británica
aseguraba que sus soldados no habían luchado solos, y aseguraban que un ángel
vestido de blanco y en un caballo del mismo color había evitado el avance de
los alemanes y una gran masacre. Nunca hubo ángel, pero sí muchas visiones —por
el cansacio general— y una gran imaginación por parte de algunos periodistas.
M de Mujeres
Llevaron la casa, educaron a sus hijos y cuidaron de sus mayores. Pero
también tomaron las riendas de la sociedad. No había otra opción. Trabajaron en
el sector servicios, en las industrias y cómo no, en los hospitales ayudando a
los heridos. Fueron desde conductoras de transporte
público, hasta enfermeras, pasando por empleadas de fábricas de
armamento y sufridoras del campo. Con el final de la guerra, se intentó que
volvieran al hogar, en muchos sitios lo consiguieron, pero ya no había marcha
atrás. También hubo mujeres que se enfundaron el
uniforme. Como, por ejemplo, la británica Flora Sandes (tropas), la
estadounidense Loretta Perfectus (marina) y la rusa Mikhailovna Shakhovskaya
(aviación).
N de Navidad de 1914
Todos pensaron vivirla en sus casas, junto a los suyos. Pero nada más lejos
de la realidad, todavía quedarían tres más. El espíritu con el que ambos bandos
llegaron a esta guerra reducía la contienda a unas semanas, o a lo sumo, a
pocos meses. Cuando llegó la Navidad del 14, todos, resignados, habían
abandonado esa idea. En ese ambiente, en el frente occidental tuvo lugar una
tregua. Tras una serie de de señas, salieron a la superficie y 'celebraron' esa
nostálgica jornada. «Compartieron tabaco, alimentos e incluso se
mostraron las fotos de los suyos», relata Ricardo Artola. Como
colofón llegaron a jugar un partido de fútbol. Pero esta confraternización no
gustó a los altos mandos, que prohibieron actos de este tipo. Aunque en menor
escala, se repitieron en numerosas ocasiones por lo que incluso hubo
fusilamientos. Con respecto a las treguas, Artola señala «la tregua del desayuno. Existió durante toda la guerra
y en muchas zonas del frente estaba instituido dejar ese momento de
tranquilidad. Las ofensivas eran al amanecer o al anochecer».
O de Once
Casualidad o no, la paz se firmó a las 11.00 horas; del día 11; del mes 11.
Hubo disparos hasta el final y Harry S.Truman fue
uno de los últimos en dejar de disparar. «El entonces futuro presidente tenía
órdenes de seguir disparando la batería hasta las 10.45», explica Jesús
Hernández, quien también relata otra casualidad. Dos minutos antes de finalizar
la guerra, el soldado canadiense George Price murió
de un disparo efectuado por un francotirador alemán. «El destino quiso que
fuese enterrado en el cementerio de Saint-Symphorien, donde están los restos
también del primer soldado británico muerto en guerra, John Parr —el 21 de agosto de 1914—».
P de Plástica, cirugía
La metralla deja huella. Demasiada. Y si retrocedemos a la Primera Guerra
Mundial, las imágenes ponen los pelos de punta. Los
rostros desfigurados, víctimas de la metralla y aderezados de
infecciones, hicieron evolucionar a la medicina en este ámbito. Destaca Harold Gillies. Impactado por las secuelas físicas que
seguían muchas veces al campo de batalla, este doctor vinculado al cuerpo
médico británico puso en marcha una unidad de cirugía plástica y un hospital
especializado en Sidcup —al este de Londres—. No fue fácil había que hacer
numerosos injertos: faltaba carne, hueso... También fue en esta época cuando
surgieron los bancos de sangre y se inició
la práctica de las transfusiones en el Ejército británico. No obstante, fue el
estadounidense Oswald Robertson el primero
que abrió un banco de sangre en el frente occidental. Corría 1917. Otro de los
avances fue el entablillado, tras él, el británico Hugh Owen Thomas. En 1914, el 80% de los soldados con
fracturas en el fémur murió; dos años después esa cifra se transformó en un
20%.
Q de eQuinos
Las cifras hablan solas. Los británicos enviaron un millón de caballos al
frente y sólo 62.000 regresaron a sus establos. Eran mucho más visibles y
estaban más indefensos que los soldados. Aunque no hay una cifra cerrada, se
estima que unos ocho millones de caballos, entre ellos, unas
7.000 mulas prodecentes de España, murieran en la Gran Guerra. La mayoría
fueron reclutados de sus granjas, pero su papel no se limitó al campo de
batalla. Debido a la irregularidad del terreno, arrastraron
alimentos, armamento e incluso camillas con heridos. Debido al alto
número de caballos heridos y al sufrimiento que vivieron «había hombres
especializados en matar caballos heridos», desvela Carlo Caranci.
R de Roland Garros
El 19 de abril de 1915, el celebre aviador francés Roland Garros —que años
después daría nombre al conocido torneo de tenis— realizó un aterrizaje forzoso
con su aeroplano tras las líneas alemanas. La noticia de que el hábil
Garros había conseguido derribar cinco aviones en 15 días había
llegado a los germanos, que ahora se veían con la oportunidad de descubrir si
su habilidad era debido a alguna innovación técnica que desconocían (hay que
puntualizar que nos encontramos en los primeros meses de la guerra y que
entonces la aviación era casi simplemente observadora de las líneas enemigas).
«Al examinar el avión, advirtieron que el propio piloto podía disparar
una ametralladora a través de la hélice, situada en el morro»
explica Jesús Hernández en su libro '¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la
historia militar'. Asombrados, los alemanes pensaron en un primer momento en
«algún sofisticado sistema que permitiese el paso de las balas a través de la
hélice en movimiento, pero se había limitado a proteger con unas gruesas
planchas de hierro las palas de la hélice». Roland Garros consiguió huir, pero
falleció en un combate aéreo cerca de Vouziers el 5 de octubre de 1918.
S de Soldado desconocido
Una vez finalizada la Gran Guerra, casi todos los países combatientes
«escogen a un soldado anónimo de nombre desconocido para alzar un momumento como homenaje», apunta Carlo Caranci. Se
trata de un acto simbólico donde se da sepultura a los caídos que nunca
pudieron ser identificados y enterrados. En Reino Unido se
encuentra en la Abadía de Westminster; en Francia, bajo el
Arco del Triunfo; en Alemania, la tumba
del Soldado Desconocido es una antigua casa llamada Neue Wache en la calle
Unter den Linden Berlín.
T de Trincheras
Trinchera y Primera Guerra Mundial van de la mano. No estaba planeado, pero
después de una serie de operaciones inconclusas unos y otros se atrincheran en
el frente occidental. Y lo hacen, básicamente, empezando a cavar agujeros en la
tierra. Luego los unen durante kilómetros y kilómetros. Todos los historiadores
califican vivir en estos lugares peor castigo que un bombardeo. Se trata
de uno de los lugares más insalubres en los que ha
estado el ser humano. Siempre empapados, tenían como compañeros de cuarto:
piojos, pulgas y ratas, que se alimentaban también de los cuerpos de los
'camaradas' heridos. Hay que diferenciar entre las trincheras de primera línea,
las de reserva y las de descanso. También entre las de un bando y otro. Las de
los alemanes estaban más cuidadas y ordenadas que las del resto. En la
trinchera también hubo sitio para las enfermedades propias —el pie de trinchera
y la fiebre de trinchera— y para supersticiones. Se
decía que que traía mala suerte ser el tercero en enceder un cigarrillo. La
explicación es sencilla: el primer fósforo daba la situación al francotirador;
con el segundo apuntaba; y al tercero le disparaba. 'Coffin Nails' (clavos de ataúd) los llamaban.
U de Uniformes
Los uniformes de ambos bandos evolucionaron y en muchos casos cambiaron.
«Con la estabilización de los frentes en la guerra de trincheras, el
romanticismo textil desaparece rápidamente, imponiéndose una realidad mucho más
funcional», cuenta José Miguel Alberte. El primero en introducir cambios
radicales es el llamativo ejército francés (pantalones rojos), con la retirada total de los uniformes prebélicospor uno
considerablemente más discreto; el ' bleu horizon'. Se elige al
considerarse que el soldado pasaba más inadvertido. «Paradoja en una guerra
eminentemente marrón», matiza. La adopción del casco de acero por la mayoría de
los ejércitos en 1916, a modo de protección, la progresiva
simplificación de los uniformes, no sólo para hacerlos más
prácticos, sino para favorecer la producción masiva de los mismos y la
introducción de los primeras prendas con camuflaje, «terminan por desvanecer la
pompa y el esplendor de los ejércitos del verano de 1914».
V de Versalles, Tratado
El Tratado de Versalles responsabilizó de la guerra a Alemania y sus
aliados. Pero las negociaciones no fueron fáciles. Alemania se negaba a aceptarlo y mucho menos a
asumir el tema de las reparaciones de guerra. Durante estas conversaciones, el
mariscal francés Foch puso sobre la mesa una serie de duras condiciones que
escandalizaron a los alemanes. «No son propias de naciones civilizadas»,
dijeron. En ese momento, Foch sacó un documento donde aparecían las exigencias
de los alemanes para la rendición francesa de Lille. Eran prácticamente
iguales. El Tratado de Versalles se cerró, pero ya advirtió John Maynard Keynes que las indemnizaciones
excesivas contraían riesgos (Alemania estuvo pagando hasta 2010). Dos décadas
después, comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
W de West Yorks, 10º batallón
1 de julio de 1916. Batalla de Somme. No había pasado un minuto cuando las
ametralladoras alemanas masacraban a un batallón entero,
el 10º West Yorks. Sólo en la primera hora de enfrentamiento caían 30.000
hombres entre muertos y heridos. Fue la jornada más dura y sangrienta en las
filas británicas. Al final del día se contaron 57.470 bajas entre los
británicos. «El correo funcionaba tan bien en este bando que muchos familiares
habían recibido ese mismo día una carta de los suyos anunciándoles que estarían
en esta batalla», cuenta José Miguel Alberte. Cuando la leían muchos de ellos
ya habían fallecido.
X de taXi
Un mes después del inicio de la Gran Guerra la situación se complicaba para
los aliados. Las tropas alemanas ya habían avanzado por Bélgica y el norte de
Francia y aguardaban a orillas del río Marne. Esperaban el momento para atacar
París. Hubiera sido el fin, pero el general francés Gallieni localizó
un hueco en las filas alemanas de unos cincuenta kilómetros y se adelantó.
Lanzó un ataque rápido y desesperado. Como no tenía como trasladar todas las
tropas, soltó un «pues que vayan en taxi». Dicho y
hecho. Los gendarmes detenían a los taxis en plena calle y los enviaban a la
explanda de Los Inválidos. «No fue una gran aportación en términos numéricos,
pero fue un potente estímulo moral para los franceses, que evitaron la entrada
de los alemanes en París», apunta Jesús Hernández.
Y de «Your country needs you»
«Tu
país te necesita». Este era el eslogan que los británicos vieron en carteles pegados por
todo el país. Corría septiembre de 1914. La euforia y la idea de de que la
guerra sería corta todavía predominaba en la sociedad, pero las dudas rondaban
las cabezas de los altos mandos. El secretario de Estado de Guerra, Lord Kitchener, no tardó en darse cuenta de la
situación y de los pocos efectivos con los que contaba. Cierto es que el
británico era un Ejército profesional, por lo que no existía un servicio
militar y nunca había recurrido a un reclutamiento forzoso. Por lo que el
número de efectivos era infinitamente inferior al de los alemanes, muy
preparados para el combate. Finalmente recurrió a los
voluntarios. La respuesta fue abrumadora. Muchos amigos, colectivos
y generaciones de pueblos se alistaron juntos y murieron juntos. No fue
suficiente esta medida y en 1916 hubo que recurrir al
reclutamiento forzoso de todos los hombres de entre 18 y 41
años —primero sólo los solteros, meses después también los casados—. Como
excepción: profesores, profesionales de la metalurgia, religiosos e
incapacitados.
Z de Zimmermann, telegrama
Lo que no consiguió el hundimiento del barco de lujo inglés 'RMS
Lusitania' por un submarino alemán, donde murieron 123
estadounidenses, lo consiguió este telegrama: la entrada de EEUU en la guerra.
Fue el 16 de enero de 1917 cuando el ministro de Exteriores alemán, Arthur
Zimmermann, envió al embajador de México un telegrama haciéndole una pequeña
oferta: prometía devolverle los territorios anexionados por EEUU si entraba en
la contienda del lado de las potencias centrales.
Nada salió conforme al plan. Los servicios de inteligencia del Imperio
británico interceptaron el mensaje; México no aceptó; EEUU, sí. Pero junto a
los aliados.
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