lunes, 11 de enero de 2016

MAGIA DE NAVIDAD

Lee atentamente este texto y disfruta de una de las anécdotas más bonitas de la I Guerra Mundial:

En la Navidad de 1914 sucedió el hecho más sorprendente de toda la Primera Guerra Mundial. Aquella primera Nochebuena bélica, las tropas alemanas colocaron sobre el borde de las trincheras abetos iluminados, que habían sido enviados al frente por orden directa del Káiser, junto a raciones extra de pan, salchichas y licores. Los soldados franceses y británicos admiraron perplejos los árboles luminosos. Esa visión casi irreal ayudó a crear un inesperado clima de fraternidad, en el que los aliados se unieron a distancia a los cánticos de los alemanes. Al amanecer, algunos soldados germanos comenzaron a agitar banderas blancas y a salir desarmados de sus trincheras, a tierra de nadie. En un primer momento, los aliados vacilaron, pero pronto salieron a su encuentro. Los hombres, que hasta ese mismo día habían estado matándose, compartieron tabaco, alcohol o chocolate. Los gestos de solidaridad continuarían durante toda la jornada; cada bando pudo recoger a sus compatriotas muertos en los combates de los días anteriores y darles digna sepultura. En algunos lugares se celebraron ceremonias religiosas conjuntas e incluso se improvisaron partidos de fútbol.

La noticia de esta tregua llegó a los respectivos cuarteles generales y se adoptaron medidas para frenar esa actitud. Un número indeterminado de soldados franceses fue pasado por las armas como escarmiento y los alemanes fueron enviados al frente oriental. Las cartas en las que los soldados narraban los hechos a sus familiares fueron destruidas y algunas informaciones que llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron los negativos de las fotografías que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde se veían hombres de uno y otro bando posando amistosamente. Aunque a lo largo de la guerra se darían algunos casos aislados de confraternización con el bando enemigo, las altas esferas militares se encargaron de que un episodio generalizado, como el sucedido en la Navidad de 1914, no volviera a ocurrir.



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