En la
época Medieval, la vida de las personas estaba fuertemente condicionada por la
naturaleza. El ser humano se consideraba un elemento más de la creación de Dios
al igual que las plantas, los animales, la tierra o el agua. El hombre estaba
en permanente contacto con el medio que le rodeaba, de tal modo que la
naturaleza formaba parte de su vida cotidiana.
Los
hombres y las mujeres de todas las clases sociales sufrían la dureza del medio
físico. Tanto los nobles como los humildes recurrían al fuego para combatir el
frío. Gracias a la leña o al carbón vegetal, el frío podía ser controlado.
Durante el invierno, las casas eran el refugio más empleado para pasar los
inviernos. Las familias solían utilizar numerosas ropas y entre ellas, las más
importantes eran las pieles. En el verano, los hombres y mujeres sólo podían
hacer frente al calor con los baños o con las gruesas paredes de las iglesias y
los castillos.
Además de
la temperatura, las distintas estaciones traían consigo una importante
limitación: el uso del tiempo. Ello provocaba que durante la noche, las
actividades se redujeran a la mínima expresión. Las corporaciones laborales
prohibían a sus miembros trabajar durante la noche, ya que ella estaba
destinada para la pausa y el reposo. Se prohibía trabajar de noche porque
existía la posibilidad de provocar un incendio debido a la escasa visibilidad.
No cabe
duda de que la sumisión del hombre a la naturaleza se hace evidente con motivo
de la aparición de grandes catástrofes tales como los incendios, las pestes,
las inundaciones y sequías.
Los
incendios por ejemplo eran habituales en esta época. Se propagaban fácilmente
debido a que las casas de los campesinos estaban hechas de madera. ¡Bastaba un
descuido para dar lugar a una gran catástrofe!
Las malas
condiciones sanitarias de la población favorecían la difusión de las epidemias
y pestes. Ello puede explicarse a partir de la gran cantidad de gente que se
reunía en las ciudades, donde las ratas propagaban los agentes difusores de
enfermedades. Tan grandes eran las epidemias, como la Peste Negra en el siglo
XIV, que muchos hombres las consideraban testimonio del Fin del Mundo.
Algo
similar ocurría con las inundaciones que causaban la destrucción de tierras y
numerosas muertes. Se cuenta que en diciembre de 1143, en tierras gallegas, las
aguas destruyeron casas, puentes y muchos árboles; sumergieron animales
domésticos, rebaños e incluso hombres.
Todas
estas características hacen pensar que los hombres y mujeres de la Edad media
dependían más de la naturaleza que ésta del ser humano. El hombre medieval
estaba a merced de la naturaleza, mucho más que en la actualidad, hecho que
podría explicar alguna de las características de la vida en aquellos momentos
como la robustez física o la paciencia de los hombres, según algunos
estudiosos.
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